jueves, 15 de enero de 2009

Aritz cuelga su 'dobok'


tiene sólo 27 años pero siente que ha llegado el momento de decir adiós. La decisión, largamente meditada, empezó a rondar su cabeza hace ya unos meses. Tras haber quedado fuera de los Juegos Olímpicos de Pekín decidió que su vida necesitaba un nuevo rumbo, lejos del continuo sacrifico que implica pisar un tatami seis días a la semana. Demasiadas horas de esfuerzo y entrenamientos desde que sus padres le apuntaron a sus primeras clases de taekwondo con apenas cinco años.

El rostro de Aritz Itxisoa muestra una apreciable sonrisa cuando recuerda sus grandes momentos como deportista, al mismo tiempo que sus palabras denotan cierta inquietud por la nueva vida que le aguarda fuera del gimnasio Do-Chang.

Su condición física no ha variado un ápice desde que el pasado mes de febrero se proclamó campeón de España por cuarta y última vez, motivo que lleva a preguntarse el por qué de una retirada tan prematura. "No participé en la última Olimpiada y decidí que, si no lograba estar en ella, lo iba a dejar. Por edad igual me quedaban dos o tres años más, pero llevo compitiendo desde 1995 y estoy ya un poco cansado de tanto entrenamiento. Otro ciclo de cuatro años hasta los próximos Juegos es demasiado, y siempre he querido dejarlo con un buen sabor de boca", explica este vitoriano, que añade otras cuestiones personales al carro de motivos. "He terminado mis estudios de ingeniería industrial y empiezo una nueva etapa profesional que supone un gran cambio. Siempre he tenido claro que, si seguía compitiendo, lo haría para estar al máximo nivel", matiza.

Su cuarto título nacional culminó una trayectoria en la que destaca de manera especial el sensacional momento de forma que vivió en 2005, cuando obtuvo el bronce en el Europeo e hizo historia al quedar también en tercer lugar en el campeonato del Mundo, que ese año se celebró en Madrid. "Acabé con un sabor agridulce porque estaba seguro de que podía quedar campeón mundial, pero con el tiempo me fui dando cuenta de lo que había logrado", recuerda hoy este taekwondista forjado bajo el auspicio de los tres entrenadores que han moldeado su estilo: Ángel Pascual (con el que lleva desde 2002) y sus predecesores Esteban Quintana y Miguel Romaguera.

un comienzo complicado Los inicios en este arte marcial fueron algo duros para un niño que destacaba también en otros deportes como la natación y el fútbol, resquicios a los que continuará agarrándose a partir de ahora para no abandonar por completo su pasión por el deporte. "Empecé a competir con trece años, y la verdad es que perdía casi todos los combates. Me ponía como un flan. Pero siempre he sabido que esto era una carrera de fondo y continué trabajando hasta que empezé a recoger los frutos", asevera.

Ahora que Aritz ha optado por guardar su dobok (traje de taekwondo) en el armario, su madre no tendrá que volver a salir fuera del estadio cada vez que a su hijo le tocaba enfrentarse a un rival. "Me mandaba un beso y se iba, se había convertido en una tradición. Aunque en realidad creo que mi padre lo pasaba peor, y eso que él siempre se quedaba a verme", asegura entre risas.

En sus años de competición al más alto nivel, Aritz ha tenido tiempo de intercambiar patadas con decenas de contrincantes. Curiosamente, su primer combate lo perdió en un campeonato de Álava frente al hoy torero José Miguel Berbetoros, pero no cejó en su empeño hasta que empezaron a llegar los éxitos.

Triunfos a nivel local primero, luego en toda Euskadi, un subcampeonato de España en el 2000 y paso a paso por las diferentes categorías inferiores hasta que, con 22 años, se proclamó campeón nacional por primera vez.

Desde entonces, los rivales empezaron a caer como moscas hasta que, casi sin darse cuenta, acababa de ingresar en la élite mundial de este venerado arte marcial nacido en Corea. La selección nacional llamó a su puerta y fue tentado varias veces para ingresar en el Centro de Alto Rendimiento de Barcelona, pero Aritz optó siempre por permanecer en la capital alavesa. "Es que soy muy casero", subraya sonriente.

BUENOS AMIGOS De cualquier forma, los resultados demuestran que fue una decisión acertada. "Nunca se sabe, pero siempre ganaba a los que estaban allí. En Vitoria creamos nuestro plan de trabajo y he estado entrenando seis días a la semana. Por la mañana a la universidad y por la tarde tres horas de entrenamiento. Ahora tengo ganas de hacer otras cosas", incide sin dejar un sólo poso para la incertidumbre a la hora de abandonar una vida plena de trabajo y constancia que también tenía sus partes positivas.

"He viajado mucho y he hecho muy buenos amigos. Aunque este sea un deporte de contacto, cuando acaban los combates hablas y pasas el tiempo tranquilamente con las mismas personas con las que antes te has estado pegando. Además, me ha aportado madurez y capacidad de sacrifico", reconoce este deportista a quien, a lo largo de su trayectoria deportiva, le ha dado tiempo a romperse cinco dedos de sus manos y sufrir una rotura de ligamentos en la rodilla cuando, durante un combate, se le cayó encima uno de sus rivales.

A partir de ahora, a Aritz le aguarda una nueva vida lejos del taekwondo. Sin embargo, los jóvenes alumnos del gimnasio Do-Chang seguirán teniendo oportunidad de aprender junto a él de vez en cuando, pues su intención es "seguir entrenando, cuando pueda, para echar una mano a las jóvenes promesas y matar el gusanillo". No más sacrificio ni competiciones. Tras toda una vida dedicada a este deporte, uno de los taekwondistas alaveses más laureados sólo quiere una cosa: "tranquilidad".



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